lunes, 3 de julio de 2023

Hoy he soñado contigo

 Amigos míos de la facultad  llegaron a casa, los chusmarretas, Eloy y Juanma con sus mujeres, África y ¿Noelia?, Allí mi madre me dijo que Papá venía a verme, también por otro lado David García, compañero de bbaa, venía también. Se me hacía un caos tanta visita a la vez , pero recuerdo estar ansioso por verte. Llegaste con tu Peugeot junto a tito Antonio, el increíblemente joven, tu ibas sin la dentadura, en tu último año,pero muy feliz. Saludé al tito y tu fuiste ha aparcar, no me dio tiempo de darte un beso. Vi a David y lo acompañe a casa. De camino le iba explicando que eran demasiadas visitas...no recuerdo nada más.  Este es el segundo sueño, el primero estábamos en casa, rodeados de familia, yo tenia que irme y no podía darte un beso porque aún dormías en el cuarto. Justo al irme saliste y pude darse un beso. Te quiero Papá. Ven más a mis sueño, me haces falta.

miércoles, 19 de febrero de 2020

El titiritero

 
 Cuando las pequeñas cortinas de terciopelo rojo se separaron descubrieron antes los cándidos ojos de los niños una escena de brillantes colores. En un cielo añil pintado con pequeñas nubes de algodón giraba un radiante sol de cartón de un amarillo intenso. Una hermosa isla de madera adornada de musgo con un gran volcán en su parte superior dominaba el centro del escenario y por delante de esta, tres cartones de un azul oscuro recortados con la forma de un mar picado danzaban en zig zag imitando el movimiento del océano. Entre ellos apareció, ayudado por el vaivén, un gran barco de madera y oro cuyas velas, hechas de papel de seda blanco, se alzaban hasta lo más alto de la escena. La música que tronaba victoriosa desde el principio, llenando la escena de fuerza y energía comenzó a transformarse poco a poco en el sutil sonido alegre de una flauta solitaria.
   - Queridos niños y niñas, - La dramatizada voz de un anciano narrador se abría paso de entre las cuerdas y engranajes del complejo guiñol- He aquí ante ustedes la fantástica isla del volcán de Fuego- un estruendo sonó y de la boca del volcán rojas tiras de papel volaron por los aires, algunas cayeron cerca de la docena de niños que se apiñaban embobados ante la fantástica representación.
   -La isla misteriosa que muy pocos han tenido la oportunidad de ver.- continuó- Tan solo los marineros más audaces y ancianos conocen de su existencia.
   El mar de cartón se agitó moviéndose fuertemente imitando el oleaje cada vez más embravecido.
   -En lo más profundo de su volcán vive el legendario dragón de fuego, el más fiero animal que jamás haya conocido el hombre.
Un pequeño dragón alado hecho de tela e hilo, comenzó a volar alrededor del cráter ayudado por un fino alambre. El barco, en primer plano se balanceó al compás de las falsas olas.
   En la proa una marioneta de madera representando a un valeroso marinero apareció delicadamente ataviado con las ropas de un pirata árabe. En su mano derecha manejaba diestramente una curvada espada sarracena.
   -Amigos míos- Hablo dirigiendo a los niños - Estoy buscando al malvado Skar, el sultán de las tierras del norte que en su villanía a raptado a mi amada, la princesa Helena ¿Lo habéis visto?
   Algunos niños se miraron entre ellos, otros buscaban la mirada de sus padres, estos sonreían.
   -¿Algunos de ustedes lo ha visto?- grito más fuertemente.
Al fin todos gritaron un tímido "no” al unísono.
   - No os oigo, tendréis que gritar más fuerte- animaba el marinero.
El grito de los niños fue entonces enorme.
   - Vaya, que mala suerte- se lamentó- si lo veis tenéis que decírmelo, pues debo rescatar a mi amada. - comenzó a andar de un lado para otro del barco agitando los brazos -Skar es un pirata malo, siempre va vestido de negro, tiene unas grandes barbas negras y un sombrero pirata también negro. Sus oscuros ojos son grandes y tiene un diente de oro. Skar tiene un garfio por mano, un parche en un ojo y en una de sus piernas lleva una pata de palo. Si lo veis, debéis gritar muy fuerte," ¡Pirata Skar! Así podré detenerle.                
  Los pequeños se agitaron nerviosos y excitados, el pirata de madera había conseguido meterles en la aventura.
   -¿Cómo gritareis?-animó
   -¡Pirata Skar!-gritaron todos-.¡Pirata Skar!.
   En ese momento el dragón apareció en escena precedido por un terrible rugido. Este dragón era grande y ocupaba gran parte del escenario. Sus colores rojos brillaban y centelleaban ante los pequeños focos que iluminaban el pequeño teatro.              Un trueno sonó y junto al dragón la princesa Helena apareció atada a un gran poste de madera.
   -¡Es la princesa!- se sorprendió el joven pirata.- tengo que rescatarla. ¿Pero cómo puedo salvarla de ese Dragón tan enorme?
   Tras de él, procurando no ser descubierto, el pirata Skar apareció. Su cabeza de madera era grande y tenía dibujada una enorme sonrisa maléfica donde podía verse , a pesar de su espesa barba, un gran diente de oro, todo lo demás en él era negro, tal y como había descrito el joven, en su sombrero dibujado un cráneo y dos tibias y sobre su pecho un diamante turquesa.
   -¡Pirata Skar, pirata Skar!- gritaron los niños.
   El joven marinero parecía no oír los gritos de aviso y tras él, el temible Pirata se acercaba más y más.
   -¡Pirata Skar!- la desesperación de los pequeños iba en aumento, alguno terminó poniéndose en pie para poder gritar más fuerte Pirata Skar!
Un viento frío, azotó inesperado a todos los presentes y sobre la noche ya avanzada comenzó a caer ligeras gotas de lluvia.
   - ¿El Pirata Skar?, ¿Donde?- pregunto el marinero.
   Los niños señalaban a la oscura marioneta y gritaban revoltosos.
   Las gotas de lluvia comenzaron a aumentar y los padres y madres comenzaron a llevarse a los niños que se quejaban y protestaban. El titiritero desde el interior del guiñol veía, atraves del frontal de madera agujereado como su público abandonaba su sitio. Cuando la primera gota entró y mojó su rostro entendió lo que ocurría.
   La lluvia era muy mala cosa, el pequeño teatro guiñol construido ingeniosamente para ser montado y desmontado fácilmente estaba hecho casi por completo de listones de madera, telas y mucho papel. La humedad rápidamente terminaría destrozando los cartones que decoraban los frontales y abofando los laterales de fino panel pintado.
   Rápidamente, sobre el mismo suelo que era martilleado por la lluvia, el titiritero dobló el escenario de tal manera que se convirtió en una caja grande y plana, en ella, con toda la presteza que sus ancianas manos le permitían comenzó a colocar estratégicamente cada pieza del escenario. Una sobre otra debía ser colocadas sin error pues cada espacio estaba medido para que todo entrará ocupando el menor espacio posible. A su alrededor, los transeúntes comenzaban a aligerar el paso buscando refugio.




La lluvia era ahora más fuerte y en la lejanía truenos presagiaban tormenta.
   El anciano estaba tardando más lo normal en prepararlo todo, los nervios le estaban traicionando. Cuando llegó el momento de guardar las marionetas notó que la hermosa Helena tenía su rostro humedecido y qué parte de la pintura de sus
manos había empezado a estropearse. Miro entonces a Skar y también vio como la humedad inflaba y rompía su sombrero de corsario. El anciano gruñó en su interior, el cariño que sentía por sus títeres lo superaba todo. Dedicaba, en su soledad, todo su tiempo a sus amados muñecos, los limpiaba, vestía y pintaba a diario, y mientras, bajo la luz de un candil, les contaba fábulas e historias que el mismo se inventaba. Así pasaba los días en el resguardo de su pequeño taller rodeado de marionetas.
   Un enorme trueno sacó al anciano de sus pensamientos, tenía la tormenta casi encima. Cerro de un golpe la caja y la cargó a su espalda ayudado por dos correas a modo de mochila.
   Así, subió calle arriba buscando su taller, esquivando a los despistados caminantes que también sorprendidos por la ahora fuerte lluvia corrían en dirección contraria. Al tomar el callejón un destello iluminó el cielo y un rayo pudo verse atravesar el amenazante cielo. El trueno no tardó ni dos segundos en llegar y sobre su espalda el agua caía empapando la caja. A cada paso, el anciano se maldecía por su lentitud, no podría perdonarse el no haberse dado cuenta de la llegada de la tormenta. El joven marinero podría perder sus ropajes de delicada tela o el malvado Skar estropear sus barbas de pelo sintético.
   Paso a paso la lluvia crecía, y los rayos y truenos se sucedían sobre su cabeza haciendo temblar la calle. Frente a él, unas estrechas escaleras exteriores rodeaban un torreón de cal blanca. El anciano comenzó a subir la espiral dejando atrás la calle, cada escalón le acercaba más a su taller en lo más alto pero, a su vez, también a la violenta tormenta. Un rayo rompió el cielo tan cerca de él, que sintió como su cabello se electrizaba. Quedaban pocos metros hasta la puerta y ya su mano buscaba ansiosa en el bolsillo el manojo de llaves. Fue así, justo cuando la llave giró en el oxidado mecanismo de la cerradura cuando un nuevo rayo golpeó iluminando todo el interior del taller. La intensa luz parecía mantenerse viva, suspendida en el tiempo y calmándolo todo.
   El blanco dio paso al negro, a un negro profundo y con él, al sonido de la lluvia golpeando la entreabierta puerta de caoba.

   Cuando la marioneta abrió los ojos lo primero que vio fueron los travesaños de roble viejo que soportaban el tejado del viejo taller, sobre ellos colgaban una docena de figuras de madera a medio acabar, títeres que oscilaban creando sombras danzantes en la pared. Al incorporarse, algo mareado, sintió el viento frío que entraba por la puerta. La lluvia había cesado y en el exterior no se oía ningún sonido. El joven títere miró sus vestiduras de marinero y su espada sarracena y empezó a sentirse cada vez más vivo. Frente a él, dos estanterías repletas de objetos y herramientas de trabajo. Los botes de pinturas se apiñaban por colores y las telas colgaban sinuosas por los laterales, pinceles de distintos tamaños ocupaban enormes botes de hojalata y en una pequeña mesa de trabajo una lámpara iluminaba suavemente unos dibujos a lápiz exquisitamente detallados.
   A poca distancia de él, sobre un tapiz en el suelo, tumbada inerte estaba Helena, la marioneta, vestida con un vestido blanco de seda y ribetes rosados, comenzó a moverse girándose hasta quedar sentada frente al marinero. Aliviado al verla a salvo, respiró profundamente hasta llenar su pecho de madera. La muñeca de ojos claros le miró sorprendida, no entendía que estaba pasando, por qué de repente
podía moverse a voluntad sin necesitad de los alambres del titiritero, pero así era.
   Un hormigueo muy agradable corría ahora por su pequeño cuerpo tallado. Ambos se miraron y sonrieron alegres de estar juntos. Una vez en pie la princesa abrazó apasionadamente a su amado que dichoso no vio lo que se le venía encima.
   Desde las sombras acechante Skar veía la escena con la misma extrañeza que ellos, había despertado sin respuestas a lo que estaba ocurriendo pero en su negra alma, y haciendo honor a la vileza con la que fue creado se abalanzó sobre la pareja de amados y de un certero golpe lanzó al joven lejos de la princesa que volvió a caer al suelo. Con su espada sarracena en mano, el joven títere se levantó raudo y de un salto se colocó entre el malvado pirata y su amada pero era tarde, el cobarde la había cogido y la usaba cómo escudo mientras le ponía una amenazante daga en el cuello. El marinero alzó su mano hasta dejar la punta de la espada a pocos centímetros de la negra barba del villano. Skar retrocedió sin apagar su maliciosa sonrisa.
   A su lado apareció majestuoso, el gran dragón de fuego. Dos veces mayor que el mismísimo Skar, el reptil de escamas brillantes y alas doradas había cobrado vida también para servir como siempre hizo a los malignos planes de este.
   Abrió sus enormes alas de papel a modo desafiante Su boca de afilados dientes de metal se abalanzaron intentando acabar con el marinero que ágil salto salvando la situación. Dentellada tras dentellada el enorme animal poco a poco iba acorralando al héroe que tuvo que huir buscando el amparo de los muebles cercanos. Allí entre patas de sillas y cajas de cartón, la lucha se hizo encarnizada.
   La princesa quiso librarse de las garras del villano pero este la sujetaba con fuerza mientras reía dejando ver su brillante diente de oro.
   El joven consiguió golpear con su espada la cara del dragón que continuaba acechándolo entre el bosque de patas de sillas, en la confusión saltó por los entreabiertos cajones de un antiguo mueble de caoba y huyó hacia la parte alta de los estantes. Desde allí podía ver cómo la princesa valientemente forcejeaba con Skar hasta liberarse de él. El animal rugió y comenzó a trepar en su dirección, agarrándose con dificultad a los salientes que encontraba en su camino. Helena corría buscando la forma de subir también hasta su joven marinero.
   Cuando el dragón la vio, olvidó a su presa y sin dudarlo se abalanzó sobre la muñeca. Perdida, la princesa Helena, quedó paralizada ante el inminente ataque, pero justo cuando el Dragón iba a dar su dentellada algo le hizo tambalearse. Era el príncipe, desde atrás había conseguido agarrar con fuerza la cola del animal lo justo para que perdiera el pie. Ahora el enorme títere caía estanterías abajo precipitándose sobre el malvado Skar.
   El Dragón y El malvado pirata luchaban ahora por quitarse el uno del otro de encima en una escena muy cómica.
   Juntos por fin, la pareja se abrazó victoriosa desde lo más alto del mueble, allí, entre recortes de cartón, latas de colores y retales de seda se besaron ajenos a todo. Cuando el títere miró a los ojos de la princesa vio reflejado en ellos la imagen de la luna llena, que desde un pequeño tragaluz en la pared, se asomaba queriendo ser testigo de la escena. Ella se ruborizó y apartó la mirada.
   En el exterior la noche lo llenaba todo de tranquilidad, el cielo, moteado por            
millones de estrellas se reflejaba en los charcos de las solitarias calles. Algunos grillos cantaban y en la lejanía un carro tirado por alguna bestia se alejaba rompiendo el silencio de la ciudad dormida.
  El títere quiso dar un paso adelante pero fue frenado por ella, en sus ojos ahora había una tristeza que él no entendía. Tomó una de sus manos y ella tiro suavemente de él señalándole para que mirara hacía el centro de la sala.
   La puerta entreabierta dejaba entrar la luz de la calle inundando parte de la habitación. Sobre el suelo mojado se hallaba el anciano titiritero tumbado boca abajo. Herido entre los tablones del guiñol roto, permanecía inmóvil ajeno a todo a su alrededor, la brisa nocturna acarició su piel mortecina buscando un alito de vida en él, pero tan solo sus ropas chamuscadas parecían responder al cariño de la noche.
   Las marionetas sintieron un dolor extraño en el pecho al ver tan dramática escena, pronto comenzaron a bajar por las estanterías sorteando con cuidado los obstáculos en su camino. Al llegar la pareja al nivel del desdichado anciano, Skar apareció frente a ellos junto al Dragón, su sonrisa diabólica había desaparecido y se mostraba cabizbajo mientras observaba al titiritero. Ahora poco importaban las disputas y rivalidades, nadie estaba por encima de la desgracia que se mostraba ante ellos. Ni tan siquiera el enorme reptil podía evitar la angustia que le asolaba.
   Lentamente las cuatro figuras caminaron en pos de su amado titiritero, el anciano que había entregado su vida a cuidarles y darles vida cada noche. Con él fueron héroes y villanos, príncipes y princesas, viviendo aventuras en mágicos mundos de ensueño. Cada historia era una vida creada para ellos donde formaban parte de la ilusión de un niño. Cada títere era un pedazo del titiritero al igual el titiritero era una parte de cada títere. En el taller donde ahora su cuerpo yacía inmóvil pasaron horas bajo los cuidados del anciano, Cada noche, los pintaba, vestía y limpiaba, en un ritual propio que dedicaba solo a sus criaturas.
   Al llegar frente a él, Skar parecía contener el llanto tras su espesa barba negra, el marinero abrazó consolando a la princesa Helena y el dragón metió el hocico bajo la mano del anciano esperando alguna respuesta en él. Las miradas se buscaron entonces y comprendieron la magia que esa noche les había dado la vida. Sintieron correr por sus cuerpos esa energía extraña desde lo más profundo de su alma. Al mirarse unos a otros, se vieron irradiados por una luz extraña, Helena se miró las manos que centelleaban con fuerza y al girarse hacia sus compañeros vio que todos eran presos del mismo efecto.
   Así, unidos por esta magia, se cogieron de las manos en un acto de amistad y juntos tocaron el cuerpo del anciano titiritero, que lentamente comenzó a brillar hasta llenar toda la estancia de luz.
  El blanco dio paso al negro, a un negro profundo y con él, al sonido del viento golpeando la entreabierta puerta de caoba.

   Cuando el titiritero abrió los ojos una leve brisa entraba por la puerta, el día empezaba a aclarar el oscuro cielo y comenzaban a oírse los primeros madrugadores salir de sus casas. Con mucho dolor se incorporó y dio una rápida mirada a su alrededor. El taller estaba oscuro y frío, la corriente de aire lo
atravesaba desde la puerta hasta la ventana. En el encharcado suelo, trozos de madera llenaban la habitación, el guiñol había quedado destrozado y poco podía salvarse de él. Junto a él, apenas a unos centímetros, sobre el suelo, estaban las cuatro marionetas protagonistas de su teatro .
  El anciano las cogió con la delicadeza de un padre que cuida a sus hijos.


Fin.